Los bolcheviques, por su parte, percibieron correctamente una falta de simpatía de parte de los representantes de las tres mayores potencias occidentales en Petrogrado: los EE.UU., Gran Bretaña y Francia. Los EE.UU. estaban representados por el embajador Francis, alguien indisimuladamente carente de simpatía por la revolución. Gran Bretaña estaba representada por Sir James Buchanan quien tenía fuertes lazos con la monarquía zarista y de quien se sospechaba que había ayudado a lo largo de la fase Kerensky de la revolución. Francia estaba representada por el embajador Paleologue, abiertamente antibolchevique. A principios de 1918 hicieron su aparición tres personajes adicionales. Se convirtieron en los representantes de facto de estos países occidentales, relegando a los representantes oficialmente reconocidos.
Raymond Robins se hizo cargo de la Misión de la Cruz Roja, recibiéndola de W.B. Thompson a principios de Diciembre de 1917 pero se ocupó más de cuestiones económicas y políticas que en obtener alivio y asistencia para una Rusia empobrecida. El 26 de Diciembre de 1917 Robins le cablegrafió a Henry Davison, socio de Morgan y director temporario de la Cruz Roja Norteamericana: “Por favor urja al presidente necesidad de nuestra continua interacción con el gobierno bolchevique.” {[22]} El 23 de Enero de 1918, le cablegrafió a Thompson que se hallaba en Nueva York:
Gobierno soviético más fuerte hoy que nunca. Su autoridad y poder grandemente consolidados por disolución de Asamblea Constituyente ... No podría urgir más insistentemente importancia de pronto reconocimiento de autoridad bolchevique ... Sisson aprueba este texto y le pide que muestre este cable a Creel. Thacher y Wardwell coinciden. {[23]}
Más tarde en 1918, a su regreso a los EE.UU., Robins le entregó un informe al Secretario de Estado Robert Lansing que contenía el siguiente párrafo de apertura: “Cooperación económica norteamericana con Rusia; Rusia aceptará gustosa asistencia norteamericana en la reconstrucción económica.” {[24]}
Los persistentes esfuerzos de Robins en favor de la causa bolchevique le dieron cierto prestigio en el campo bolchevique y, quizás, incluso hasta cierta influencia política. La embajada norteamericana en Londres alegaba en Noviembre de 1918 que “Salkind le debe su nominación como embajador bolchevique en Suiza a un norteamericano ... que no es otro que el Sr. Raymond Robins.” {[25]} Por esta época comenzaron a filtrarse en Washington informes indicando que Robins mismo era un bolchevique; por ejemplo el siguiente proveniente de Copenhagen fechado el 3 de Diciembre de 1918:
Confidencial. De acuerdo a una declaración hecha por Radek a George de Patpourrie, quien fuera cónsul general austrohúngaro en Moscú, el coronel Robbins (sic), anteriormente jefe de la Misión de la Cruz Roja Norteamericana a Rusia, se encuentra actualmente en Moscú negociando con el gobierno soviético y actúa como intermediario entre los bolcheviques y sus amigos en los Estados Unidos. La impresión en algunos círculos parece ser que el coronel Robbins es también un bolchevique mientras que otros afirman que no lo es, pero sus actividades en Rusia han sido contrarias a los intereses de los Gobiernos Aliados. {[26]}
El material existente en los archivos de la Oficina Soviética en Nueva York, y que fueron secuestrados por el Comité Lusk en 1919, confirman que tanto Robins como su esposa estuvieron íntimamente asociados a actividades bolcheviques en los Estados Unidos e involucrados en la formación de dicha Oficina. {[27]}
El gobierno británico estableció relaciones extraoficiales con el régimen bolchevique enviando a Bruce Lockhart, un agente que hablaba ruso. De hecho, Lockhart era el número opuesto a Robins pero, a diferencia de Robins, tenía canales directos a su Foreign Office. Lockhart no fue seleccionado por el secretario de asuntos extranjeros del Foreign Office; ambos se extrañaron de la designación. De acuerdo con Richard Ullman, Lockhart fue “seleccionado para su misión directamente por Millner y Lloyd George...”. Maxim Litvinov, actuando como representante soviético extraoficial en Gran Bretaña, le escribió a Lockhart una carta de presentación para Trotsky. En la misma describía al agente británico como “un hombre íntegramente honesto que comprende nuestra posición y simpatiza con nosotros.” {[28]}
Ya hemos mencionado las presiones a las que Lloyd George se hallaba expuesto para tomar una posición pro-bolchevique, especialmente las provenientes de William B. Thompson, y las indirectas de Sir Basil Zaharoff y Lord Milner. Milner, como sugiere el epígrafe de este capítulo, era extremadamente pro-socialista. Edward Crankshaw ha delineado sucintamente la dualidad de Milner:
Algunos de los pasajes (en Milner) sobre industria y sociedad ... son pasajes que cualquier socialista estaría orgulloso de haber escrito. Pero no fueron escritas por un socialista. Lo fueron por “el hombre que hizo la Guerra Boer”. Algunos de los pasajes sobre el imperialismo y sobre la carga del hombre blanco hubieran podido ser escritas por un Tory recalcitrante. Pero fueron escritas por un discípulo de Carlos Marx. {[29]}
De acuerdo con Lockhart, el director bancario socialista Milner era un hombre que le inspiraba “el mayor afecto y una adoración de héroe” {[30]}. Lockhart recuerda cómo Milner personalmente patrocinó su nominación a Rusia, la impulsó hasta el nivel de gabinete y, después de su designación, habló con el “casi en forma diaria”. Mientras abría el camino para el reconocimiento de los bolcheviques, Milner también promovió el apoyo financiero a sus oponentes en el Sur de Rusia y en otras partes, del mismo modo en que lo hacía Morgan desde Nueva York. Esta política dual es consistente con la tesis que el modus operandi de los internacionalistas politizados – tales como Milner y Thompson – consistía en apostar dinero estatal a cualquier caballo revolucionario o contrarevolucionario que pareciese poder llegar a ser un posible ganador. Los internacionalistas, por supuesto, reclamarían luego todos los posibles beneficios. La clave quizás resida en la observación de Lockhart en cuanto a que Milner era un hombre que “creía en un Estado altamente organizado”. {[31]}
El gobierno francés designó a un simpatizante bolchevique incluso más obvio: Jacques Sadoul, un viejo amigo de Trotsky. {[32]}
En suma: los gobiernos Aliados neutralizaron a sus propios representantes diplomáticos en Petrogrado y los reemplazaron con agentes extraoficiales más o menos simpatizantes con los bolcheviques.
Los informes de estos embajadores extraoficiales estuvieron en contradicción directa con los pedidos de ayuda a Occidente provenientes del interior de Rusia. Maximo Gorki protestó por la traición a los ideales revolucionarios por parte de Lenin y Trotsky cuyo grupo había impuesto el férreo control de un Estado policial en Rusia:
Nosotros, los rusos, constituimos un pueblo que todavía nunca ha trabajado en libertad, que nunca ha tenido la posibilidad de desarrollar todos sus poderes y talentos. Y cuando pienso en que la revolución nos ofrece la posibilidad del trabajo libre, de un gozo multifacético, mi corazón se llena de una gran esperanza, incluso en estos días malditos que están manchados de sangre y de alcohol.
Allí es dónde comienza la línea de mi decidida e irreconciliable separación de las acciones demenciales de los Comisarios del Pueblo. Considero al maximalismo en las ideas muy útil para el alma rusa carente de límites; su objetivo es desarrollar en esta gran alma grandes y audaces necesidades, generar la actividad y el tan necesario espíritu de lucha, promover la iniciativa en este alma indolente dándole forma y vida en general.
Pero el maximalismo práctico de los anarco-comunistas y visionarios del Smolny es ruinoso para Rusia y, sobre todo, para la clase trabajadora rusa. Los Comisarios del Pueblo manejan a Rusia como si fuese el material de un experimento. El pueblo ruso es para ellos lo que un caballo para los bacteriólogos que inoculan al caballo con tifus para que la linfa anti-tifus pueda desarrollarse en su sangre. Actualmente los Comisarios están intentando llevar a cabo sobre el pueblo ruso un experimento condenado al fracaso de esta clase, sin pensar en que el caballo, atormentado y medio extenuado, puede llegar a morir.
Los reformadores del Smolny no se preocupan por Rusia. Están sacrificando Rusia a sangre fría en nombre del sueño que tienen de una revolución mundial y europea. Y mientras pueda hacerlo, estamparé esto sobre el proletario ruso: “¡Estáis siendo llevados a la destrucción! ¡Estáis siendo usados como material para un experimento inhumano! ”
Los informes de los representantes diplomáticos de la vieja escuela también estaban en contradicción con los de los embajadores extraoficiales simpatizantes. Un ejemplo típico de los muchos mensajes fluyendo hacia Washington a principios de 1918 – particularmente después de las expresiones de apoyo a los gobiernos bolcheviques de Woodrow Wilson – es el siguiente cable de la legación norteamericana en Berna, Suiza:
Para Polk. Mensaje del presidente a cónsul de Moscú no comprendido aquí y la gente pregunta por qué el presidente expresa apoyo a bolcheviques en vista de rapiña, asesinato y anarquía de estas bandas. {[33]}
El continuo apoyo de la administración Wilson a los bolcheviques condujo a la renuncia de De Witt C. Poole, el muy capaz encargado de negocios de los EE.UU. en Archangel (Rusia):
Es mi deber explicar francamente al Departamento la perplejidad en la que me he visto arrojado por la declaración de política rusa adoptada por la Conferencia de Paz del 22 de Enero, a moción del presidente. El anuncio muy alegremente reconoce la revolución y confirma otra vez la ausencia total de simpatía por cualquier forma de contrarevolución que siempre ha sido un factor clave de la política norteamericana para con Rusia, pero no contiene una sola (palabra) de condena al otro enemigo de la revolución – el gobierno bolchevique. {[34]}
Así, hasta en los primeros días de 1918 la traición a la revolución libertaria ya había sido notada por observadores tan agudos como Maxim Gorky y De Witt C. Poole. La renuncia de Poole sacudió al Departamento de Estado que solicitó “la máxima discreción acerca de vuestro deseo de renunciar” y afirmó que “será necesario reemplazarlo de una manera normal y natural a fin de prevenir efectos graves y quizás desastrosos sobre la moral de las tropas norteamericanas en el distrito de Archangel, lo cual puede llevar a la pérdida de vidas norteamericanas.” {[35]}
De este modo, no solamente los gobiernos Aliados neutralizaron sus propios representantes oficiales sino que los EE.UU. ignoraron los pedidos de dentro y fuera de Rusia para dejar de apoyar a los bolcheviques. Un patrocinio influyente a favor de los soviéticos provino fuertemente del área financiera de Nueva York (de parte de revolucionarios locales en los EE.UU. el apoyo fue escaso). En particular, provino de la American International Corporation, una firma controlada por Morgan.
[22] )- C. K. Cumming and Waller W. Pettit, Russian-American Relations, Documents and Papers (New York: Harcourt, Brace & Howe, 1920), doc. 44
[23] )- Ibid., doc. 54
[24] )- Ibid., doc. 92.
[25] )- Departamento de Estado de los EE.UU. Decimal File, 861.00/3449. Pero véase Kennan, Russia Leaves the War, pp. 401-5.
[26] )- Ibid., 861.00 3333
[27] )- Véase Capítulo 7.
[28] )- Richard H. Ullman, Intervention and the War (Princeton, N.J.: Princeton University Press, 1961), t). 61
[29] )- Edward Crankshaw, The Forsaken Idea: A Study on Viscount Milner (London: Longmans Green, 1952), p. 269
[30] )- Robert Hamilton Bruce Lockhart, British Agent (New York: Putnam's, 1933), p. 119
[31] )- Ibid., p. 204
[32] )- Véase Jacques Sadoul, Notes sur la revolution bolchevique (Paris: Editions de la sirene, 1919)
[33] )- departamento de Estado de los EE.UU. Decimal File, 861.00/1305, March 15, 1918
[34] )- Ibid., 861.00/3804
[35] )- Ibid
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