Preparación del asesinato de Modesto y Líster

Publicado el 27 de marzo de 2022, 16:32

En las organizaciones carrillistas son cada vez más los camaradas que hacen a los enviados de Carrillo la pregunta: «Si lo que dice Líster no son más que calumnias, ¿por qué Carrillo no ha aceptado la discusión sobre los métodos y el nombramiento de la Comisión de Investigación, como Líster proponía antes del pleno y en el pleno mismo?». Ésa es la cuestión.

En su obsesión por desacreditar ante los comunistas al campo socialista y presentarse así como un ingenuo o un incauto, Carrillo ha empleado con frecuencia la demagogia: «Siempre hemos ignorado lo que sucedía en esos países».

«Nos era realmente difícil comprender en los años 40 al 50 cómo destacados dirigentes checoslovacos, considerados hasta entonces como excelentes comunistas, podían transformarse de la noche a la mañana en agentes del imperialismo, en agentes de Tito, en traidores a la causa del comunismo».

Tales declaraciones en boca de Carrillo son el colmo del cinismo, ya que en aquella época fue uno de los que practicó con más frecuencia esas acusaciones de «traición» contra camaradas de los que se quería deshacer.

Carrillo no sólo ha sido el inspirador y el organizador del terror contra los comunistas honestos; ha sido, además, el principal «teórico» de esa praxis. Por eso, cuando leemos, en numerosas declaraciones hechas por Carrillo estos últimos tiempos, alusiones a los «malos métodos» que han existido en las democracias populares, no sabemos si indignarnos o morirnos de risa. Carrillo es un «teórico» de la espionitis, de la delación y del terror contra los miembros del Partido que no han querido someterse a sus pretensiones hegemónicas.

Existen pruebas materiales irrefutables de la responsabilidad directa, personal, de Carrillo en la práctica del terror en las filas del Partido. Y si la práctica es la materialización de una teoría determinada de las cosas, tiene que admitirse que la teoría de la espionitis, la delación y el terror en el Partido fomentada por Carrillo estaba destinada a estimular y justificar ese terror en nuestras filas y la desaparición «misteriosa» de muchos camaradas honestos.

Veamos, aunque sea brevemente, uno de los aspectos de esa «teoría» carrillista sobre la espionitis y la delación. Nada más llegar a Francia, en 1944, en una Conferencia para cuadros del Partido, contestando al tema «¿Cómo debe ejercerse la vigilancia dentro del Partido?», Carrillo desarrolló las siguientes tesis:

… Allí donde el trabajo del Partido no marche, allí donde hay pasividad y el trabajo del Partido tiene debilidades graves, donde se discute una vez, dos veces y hasta tres, y, sin embargo, sigue reinando la pasividad y el trabajo no marcha, allí es donde hay que poner el ojo vigilante del Partido con la seguridad (!) de que en la mayoría de los casos (!) están metidos los provocadores falangistas.

… Es muy típico el método de esos camaradas que informan magníficamente sobre todo el mundo, y que dicen: «Fulano de tal es un militante muy bueno y excelente compañero. Es cierto, por desgracia, que no comprende la política de Unión Nacional; es cierto también, por desgracia, que este compañero tiene un carácter muy extraño; es cierto que las masas no quieren a este compañero, no confían en este compañero; es cierto también que no sabemos exactamente de dónde ha venido este compañero, ni sus antecedentes. Pero es un excelente camarada, lleno de voluntad, dispuesto a trabajar. Sólo necesita que se le ayude».

Así pueden infiltrarse en nuestro Partido ciertos elementos turbios al servicio de la Falange, que vienen a apuñalarnos por la espalda. Estos camaradas que informan tan irresponsablemente sirven inconscientemente al enemigo, y hay que ver si en algunos casos, en lugar de inconscientemente, no pertenecen a esa categoría de perros de que hablaba antes.

Tened en cuenta que donde existen tendencias manifiestas de pasividad anda probablemente (!) la mano del enemigo.

… ¡Seguid de cerca el desarrollo de cada uno de nuestros cuadros!

… Un buen olfato comunista distingue enseguida (!) ese tipo de perros de que yo hablaba.

… Se distinguen con mucha facilidad (!) a poco que se observen.

… Nosotros estamos vigilando ya así, estamos encontrando al enemigo, pero cada uno de los cuadros y militantes tiene que ayudarnos a encontrarlos mucho más rápidamente.

… Y esta labor hay que llevarla a Unión Nacional Española. Si algunos perros se han infiltrado en nuestro Partido, en UNE se han infiltrado con más facilidad. Hay que descubrirlos también por su trabajo. Es claro que no vamos a utilizar en UNE los métodos duros y directos que se utilizan en nuestro Partido; tenemos que ser un poco más diplomáticos [6] .

Como puede verse, ese planteamiento del problema de la vigilancia revolucionaria no tiene nada de comunista, se trata de una verdadera apología de la espionitis, un llamamiento a la delación y a la desconfianza entre militantes del Partido.

Si se tiene en cuenta que en esa época se planteaban toda una serie de problemas muy complejos (Unión Nacional, tentativas por sentar las premisas para crear el Partido único del proletariado, etc.), se comprenderá que resultaba muy difícil acusar de «enemigo del Partido» a cualquier camarada que tenía dudas o no comprendía tal o cual cuestión. Si alguien piensa que esa praxis policíaca está dictada por las condiciones del momento (1944) y que eso la justificaba, yo afirmo que nada está más lejos de la verdad. Ni la necesaria lucha contra los provocadores, ni el momento (1944), ni el lugar (Francia) eran las razones que determinaban esa práctica policíaca elaborada y aplicada por Carrillo y Antón. Eran los objetivos que ambos perseguían.

¿Qué tienen que ver los métodos carrillistas con la concepción y los métodos preconizados, por ejemplo, en un período mucho más difícil para nuestro Partido (1937) por el secretario de organización de aquella época, Pedro Checa? Veamos cómo, en período tan complicado como fue 1937, aborda un problema similar el leninista Checa:

Necesitamos conocer a fondo nuestro Partido, necesitamos conocer, uno por uno, a todos nuestros militantes, conocerlos personalmente, conocer lo que son capaces de hacer, sus dotes, sus actividades, su historia, sus características, para saber en todo momento aplicarlos al trabajo para el que son útiles.

… Este trabajo de promoción de cuadros no quiere decir que no debamos redoblar la vigilancia en el seno de nuestro Partido. Por lo general ocurre que, allí donde se tiene mucho miedo, allí donde existe mucho temor a llevar a los militantes nuevos a puestos de dirección, es donde con más facilidad se introducen elementos indeseables. Por el contrario, donde se practica una política más audaz, más abierta, más flexible y de más comprensión, allí es donde menos facilidad encuentran los elementos indeseables para introducirse en los puestos de dirección.

… Siempre se habla de que tal camarada es relativamente de confianza: de que tal camarada no puede ser incorporado a puestos de dirección; de que tal otro puede ser utilizado, pero sin darle toda la confianza. Esto debe cesar radicalmente en nuestro Partido. Todo militante, aunque esté recién incorporado, por el hecho de militar en el Partido merece la confianza íntegra de todos los miembros del mismo. Toda persona reconocida digna de estar en nuestro Partido es también digna de figurar en puestos de dirección, sea militante nuevo o viejo, si tiene aptitudes para ello. De otra manera, crearemos un divorcio entre estos camaradas que ahora vienen al Partido y los viejos miembros, y de este modo jamás llegaremos a fusionar a los viejos y los nuevos de nuestra organización [7] .

El lector puede darse perfecta cuenta de la diferencia radical existente entre la forma carrillista de abordar la cuestión de la seguridad en el Partido y la concepción que tenía Pedro Checa. Y esa diferencia está determinada por los objetivos, también diametralmente opuestos, que perseguía el leninista Checa y los que ha perseguido el aventurero Carrillo.

A Pedro Checa le movía el afán de fortalecer el Partido, hacerlo crecer, para lo cual llamaba a llevar a cabo una política audaz de cuadros, a tener confianza en todos los camaradas, a practicar una coexistencia armoniosa entre militantes veteranos y nuevos camaradas, a hacer «cesar radicalmente» la tendencia a la desconfianza.

La tesis de Carrillo encierra todo lo contrario: obrar de manera que en las filas del Partido reine la desconfianza permanente, obligar a los camaradas a ver enemigos y traidores por todas partes, fomentar la delación y la fobia del espionaje. Y todo ello con el objetivo de que los camaradas recién venidos al Partido se aparten de él. En resumen: en 1944, al llegar a Francia Carrillo empezó consciente e implacablemente a poner en práctica su plan de ir destruyendo el Partido Comunista de España, para ir fabricando otro tipo de partido adecuado a los propósitos que siempre le animaron: decapitar a la clase obrera española, ponerla a remolque de la burguesía, castrarla de su contenido revolucionario, privándole del instrumento esencial de su lucha de clase, el indispensable destacamento revolucionario.

Ese plan, como digo, lo inició Carrillo en 1944 y lo ha culminado actualmente. Pero los hechos demuestran que sus cálculos han fallado porque los comunistas españoles no hemos permitido que nuestra clase se quedara sin su Partido, y hemos sabido encontrar fuerzas, audacia y determinación para reorganizar y desarrollar el destacamento comunista de la clase obrera española, el Partido Comunista Obrero Español.

[6] Párrafos de Para echar del poder a Franco: unidad y lucha, Edic. España Popular, Francia, 1944. Es el texto de una de las primeras conferencias dictadas por Carrillo a su llegada a Francia.

[7] Pedro Checa, La política de cuadros. Intervención en el pleno ampliado del CC celebrado en noviembre de 1937. Reproducido en Nuestra Bandera, núm. 5, abril de 1950.

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