En noviembre de 1954 celebramos en un lugar cercano a Praga el V Congreso del Partido. Aunque en los trabajos del mismo cuestiones importantes siguieron sin ser examinadas, ese Congreso representó un serio paso en poner un poco de orden en el funcionamiento del Partido.
La preparación misma del Congreso fue un alto ejemplo para nuestro Partido del empleo de la democracia. En el mes de mayo fue publicado el siguiente comunicado:
El Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de España presenta al examen y discusión de todos los comunistas los proyectos de Programa y Estatutos del Partido.
La necesidad del Programa y de los Estatutos del Partido está dictada por la situación política en España y por las tareas que en relación con esa situación debe realizar nuestro Partido.
Las más diversas fuerzas políticas y sociales de España, incluyendo importantes sectores de las clases dominantes que apoyaron el régimen franquista, reconocen la crisis de éste.
Las fuerzas democráticas y patrióticas, con la clase obrera a la cabeza, luchan por una salida democrática que haga posible la renovación y reconstrucción de España sobre las bases de la libertad, el progreso y la independencia nacional.
En estas condiciones es necesario que el Partido de la clase obrera, el Partido que es guía y organizador del movimiento progresivo y revolucionario del pueblo español, presente ante todo el pueblo un programa que de solución a los graves y complejos problemas que España debe resolver en este período crucial de su historia, en el período de las luchas decisivas por el derrumbamiento del franquismo, de la caída de éste y de la instauración y consolidación de la democracia en nuestro país. Ésta es la finalidad que persigue el Proyecto de Programa que sometemos al estudio y discusión de todo el Partido.
La realización de las tareas que el Programa entraña, la organización y dirección de la lucha del pueblo español por el derrocamiento del franquismo, por la democracia y la independencia nacional, exigen el reforzamiento político y orgánico del Partido. Éstos serán la base para elevar en los militantes y cuadros la comprensión de lo que es el Partido, de su gran misión histórica, de los principios que rigen su organización, del funcionamiento de éste en las difíciles condiciones de clandestinidad en que actualmente se desenvuelve el Partido.
El Buró Político llama a todos los militantes y organizaciones del Partido a estudiar y discutir libre y profundamente los proyectos de Programa y Estatutos, y a enviar sus proposiciones y sugerencias a la dirección del Partido para ser tenidas en cuenta en la elaboración definitiva de ambos documentos.
Esta amplia y libre discusión debe contribuir a esclarecer ante todo militante y organizaciones del Partido los problemas de la revolución española en su etapa actual, los problemas de la línea política, de la táctica y estrategia del Partido, las cuestiones de la organización del Partido.
El Buró Político espera que todos los militantes y organizaciones del Partido comprendan la gran importancia que el Programa y los Estatutos del Partido tienen para el fortalecimiento de éste y para el desarrollo de la lucha por la victoria en nuestro país de la causa de la democracia, la paz y la independencia nacional.
El Buró Político del Comité Central
del Partido Comunista de España
15 de mayo de 1954.
Tal como se dice en el comunicado, se sometió a todo el Partido un Proyecto de Programa y Estatutos que los militantes pudieron estudiar y discutir ampliamente antes de dar sus opiniones para la elaboración definitiva de esos documentos por el Congreso, el cual tuvo lugar del 1.º al 15 de noviembre de ese mismo año; como se hizo público en un amplio comunicado de esa fecha, en el que asimismo se publicaron los nombres de los camaradas elegidos a sus organismos de dirección.
¿Qué dicen a eso los que en los años 60 al 70 negaban la posibilidad de hacer un Congreso con la democracia que los militantes pedían? ¿Es que las condiciones nacionales e internacionales habían mejorado o empeorado en relación a 1954? Creo que en lo nacional los cambios eran evidentes. En 1954 la dictadura franquista era una dictadura fascista en todo su apogeo de poder y de terror. Hacía sólo un año que habían recibido el visto bueno del imperialismo norteamericano con la firma de los acuerdos militares, económicos y políticos. En cuanto a la situación internacional, era el período álgido de la guerra fría.
¿En qué quedamos? ¿Avanzábamos o retrocedíamos en cuanto a la situación del régimen franquista y de nuestro Partido? ¿El imperialismo era en esos años más fuerte o más débil que en 1954?
El XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (febrero de 1956)
Asistimos a él, como delegados del Partido Comunista de España, Dolores Ibárruri, que residía en Moscú, Uribe, Claudín y Mije, llegados de París, y yo, de Praga. Durante varios días, el Congreso se desarrolló normalmente como suele decirse, y sólo hacia el final se nos comunicó a los delegados extranjeros que la sesión del día siguiente sería únicamente para los delegados soviéticos.
Uribe y yo, que estábamos alojados en un apartamento especial del Comité Central (Mije y Claudín vivían con sus familias, que residían en Moscú), nos dedicamos ese día a pasear por la ciudad y a encontrarnos con amigos. Nos acostamos a medianoche, y como un par de horas más tarde, serían las dos de la madrugada, vino Uribe a mi habitación y me entregó un librito, diciéndome que lo acababan de traer y que como estaba en ruso viese yo de qué se trataba. Me puse a leerlo y a ir de sorpresa en sorpresa. Pensé en una provocación, en un golpe de Estado. Leí y releí hasta las cinco de la mañana, en que me fui a la habitación de Uribe y le expliqué lo que se decía en ese librito. La sorpresa de Uribe no fue menor a la mía. Decidimos llamar a Dolores, Mije y Claudín. Dolores había recibido un librito igual al nuestro. Mije y Claudín no conocían nada. Acordamos reunirnos una hora más tarde en casa de Dolores.
El «librito» al que me estoy refiriendo no era otra cosa que lo que se conoce hoy día en el mundo como El informe secreto de N. Jruschov, relativo al problema del «culto a la personalidad». Sobre este informe (su contenido real, la forma en que fue leído, etc.) se ha escrito mucho y especulado mucho más. También ha sido y sigue siendo materia de especulación la forma mediante la cual fuimos puestos al corriente de este informe los delegados extranjeros al XX Congreso.
J. Elleinstein, uno de los principales ideólogos del PC francés, en su versión sobre el «informe Jruschov» escribe: «Los Partidos comunistas extranjeros fueron informados muy tarde sobre el contenido del informe Jruschov; en el caso del PC francés solamente al día siguiente recibieron el texto, que tenían que devolver por la noche, prometiendo no decir nada». Según otra versión de otro historiador francés —F. Robrieux, exsecretario general de los estudiantes comunistas de Francia—: «… Thorez fue convocado por los soviéticos. Le hicieron entrar en una sala donde le dieron una copia del informe y le encerraron con un inspector de la policía. Tenía dos horas para enterarse del contenido del texto».
Yo no puedo decir cuál fue la forma exacta en la que cada delegación extranjera fue informada del «informe Jruschov», pero sí puedo atestiguar que en lo que se refiere a nosotros nadie nos pidió no decir nada sobre este informe como declara Elleinstein, pues el título de informe «secreto» era suficiente, que no nos encerraron en ningún cuarto y que no había ningún inspector de policía al lado nuestro. Ésos son puros inventos policíacos de los autores citados más arriba, inventos destinados, por lo visto, a darle un cierto «picante» a la narración.
Aunque mi opinión sobre el «informe Jruschov» es de sobra conocida, quiero repetirla aquí.
Pienso que Stalin es uno de los más grandes revolucionarios de todos los tiempos; opino que no es ni el dios que hemos adorado durante muchos años ni el monstruo que ha descrito Jruschov. Stalin —además de ser un hombre con sus virtudes y defectos— fue el dirigente máximo del Partido del primer Estado socialista que tuvo que dirigir la construcción del socialismo, la lucha contra los enemigos internos y exteriores, la industrialización, colectivización, la revolución cultural, la segunda guerra mundial, etc., en las terribles condiciones en las que las llevó. Pienso que con el tiempo Stalin ocupará en la historia del movimiento revolucionario —y sobre todo comunista— el lugar que realmente le corresponde ocupar. Ni más ni menos.
En cuanto a la forma que adquirió la «crítica» de Jruschov (y de los que le han apoyado) a los excesos de Stalin, me parecen no sólo contraproducentes, sino cobardes y demagógicos. Stalin había muerto, el nuevo equipo dirigente tenía el poder, es decir, todas las posibilidades de castigar, rehabilitar, corregir injusticias, sin necesidad de toda esa publicidad demagógica. En realidad, esa publicidad no fue más que la cortina de humo, detrás de la cual se han esforzado en esconderse los que en vida de Stalin no sólo aprobaban lo que éste hacía, sino que ejecutaban sin rechistar lo que él ordenaba.
En todo caso, los comunistas españoles tenemos nuestra propia amarga experiencia. Si se consultan todas las publicaciones del Partido Comunista de España hasta 1956 y de ese año acá, se podrá ver que los histéricos «antistalinistas» de hoy fueron los más «stalinistas» de ayer. Yo desafío a quien sea a que encuentre en toda la literatura del PCE algo más elogioso y adulador hacia Stalin que los escritos de Santiago Carrillo de los años 40 al 50. ¡Pero si no fuese más que un problema de literatura! Por desgracia, hay los métodos de «dirección» empleados por Carrillo. En este terreno, el hoy día muy «liberal» y «abierto» Santiago Carrillo ha sido un fiel seguidor de los malos métodos de Stalin, en todo lo que había de peor y condenable.
Es posible que a alguien le parezca paradójico que un hombre como yo, que vengo luchando desde 1945 en la dirección del Partido y denunciando públicamente, desde 1970, las fechorías de Carrillo, intente justificar o defender a Stalin. Como digo más arriba, la historia tendrá que pronunciarse todavía sobre el verdadero papel de Stalin.
Considero que a la hora de hacer historia y analizar los hechos y acontecimientos de una época dada, hay que evitar caer en las comparaciones mecánicas. Las comparaciones deben servir para mejor ilustrar, mejor argumentar la opinión que uno tiene sobre tal o cual cuestión. ¿Cuál es, por ejemplo, la diferencia de fondo entre un historiador marxista y de un burgués respecto al período de la llamada «dictadura jacobina» de la revolución francesa? La diferencia de apreciación consiste en que un hombre de derechas tratará de reducir ese período al mero terror, a la guillotina; un hombre de izquierdas —y con más razón un marxista—, al mismo tiempo que mantendrá una actitud crítica respecto al engranaje del terror jacobino, al círculo vicioso que representaba el grado e intensidad a que llegaron las ejecuciones, no olvidará tener en cuenta dos factores fundamentales a la hora de analizar este problema: ¿Cuál era la situación en que se encontraba la joven República Francesa? ¿El terror era empleado por Robespierre, Saint-Just y otros en función de qué objetivos?
No cabe duda que, rodeados por toda la Europa feudal y amenazados por la contrarrevolución interna, los jacobinos pusieron en marcha una máquina de terror capaz de cortarle las ganas a todo enemigo interno de actuar contra la nación.
Es decir, como señalo más arriba, dos factores fundamentales contribuyeron de forma decisiva a que la «dictadura jacobina» tomase las formas que tomó: el cerco de la Europa feudal y el peligro que representaban las diversas variantes de los enemigos internos.
Por lo tanto, evitando caer en comparaciones abusivas y paralelismos mecanicistas, a la hora de analizar el problema de Stalin, es indispensable, ante todo, plantearse cuestiones tales como: ¿Cuál era la situación de la URSS? ¿Cuál era la situación interna? ¿Todo lo que hizo Stalin lo hizo para consolidar y hacer avanzar la revolución o para traicionarla?
Lo mismo debe hacerse a la hora de abordar el problema de la actividad de Carrillo. Y entonces veremos que la situación del PCE no justificaba en absoluto el empleo del terror. En cuanto a los objetivos perseguidos por este señor, nada tienen que ver con los intereses de la revolución española. Se trataba del empleo del terror con vistas a ir eliminando a verdaderos comunistas, apoderarse de la dirección del Partido con el objetivo de cambiar su contenido leninista y dotarlo de una línea política e ideológica reformista.
Por lo tanto, no existe similitud alguna ni en lo concerniente a la situación ni, sobre todo, a los objetivos perseguidos en el caso de Stalin y en el de Carrillo.
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