Entre EEUU y Alemania / Mirando adelante / Estrategias mundiales e intervención

Publicado el 17 de abril de 2022, 13:29

En Potsdam (julio-agosto de 1945) Truman exigió a la URSS optar entre aceptar las normas de EEUU para Europa, o resistirlas, teniendo así que asumir el costo de aislarse del sistema mundial, y tener que desviar recursos masivos al gasto militar. A la luz de la documentación considerada, queda claro que la guerra preventiva subsiguiente tenía como objetivos marginar a la URSS del escenario europeo, retrotraer sus fronteras a las del 23 de agosto de 1939 (tratado de Brest-Litovsk, 1918), cambiar su sistema político y desintegrarla por último como Estado.

EEUU negoció en Potsdam exhibiendo el monopolio atómico concluido en 1949. En 1989, EEUU había alcanzado sus objetivos de la guerra fría. El Imperio británico se había desvanecido. Las esferas de influencia en Europa y Asia habían cambiado de manos, EEUU y la URSS habían reducido su supremacía relativa y enfrentaban serios problemas económicos. Cierto es que EEUU había podido capturar los mercados mundiales, orientar su producción, comercio y finanzas. Pero había desaparecido su superioridad de 1945, pero fuertemente lastrada por el crecimiento del producto militar: invertía en la "defensa de Europa" 500.000 millones de dólares. Había indicios de que núcleos importantes del gran capital estaban cansados, no estaban interesados en la producción de guerra. Recordemos que la Administración Reagan que terminaba su período en 1989 había proyectado la cruzada contra el "imperio del mal", con un gasto superior a los dos billones de dólares en armas. Por entonces, en 1986, el endeudamiento de los siete principales países capitalistas había superado los seis billones de dólares.

La URSS dedicaba en 1989 el 15,6% del presupuesto a la partida militar. El costo de la guerra fría contribuyó a la crisis. Tenía una deuda externa de 7,26%, mientras que el déficit fiscal sobrepasaba el 6,2% de PNB y la caída de los precios del petróleo mermaba su entrada de divisas.

En EEUU los mayores bancos estuvieron amenazados, 79 quebraron en 1986, 120 en 195, 138 en 1986, 184 en 1987, 221 en 1988; más de 1.000 Cajas de Ahorro lo hicieron en los mismos años. El déficit de Reagan sobrepasó los 200.000 millones de dólares. La deuda externa sobrepasaba los 400.000 millones en 1986. EEUU había pasado de ser el primer acreedor mundial en los años veinte, a ser el primer deudor mundial en 1982. El monto de la deuda interna había superado ya en el primer trimestre de 1988 los 10,3 billones de dólares. En contraste, la especulación financiera avanzaba más rápido que las actividades. En 1985 Reagan había devaluado el dólar para elevar la exportación. Washington pedía a Japón y a la RFA que activaran sus economías e incrementaran la deprimida demanda internacional, lo que no surtía efecto en la concertación económica dentro de la Coalición de la Guerra Fría. Tokio y Bonn se resistían a asumir el pago de los déficit comercial y fiscal de EEUU. Mientras, se reducían los precios de las materias primas y aumentaba la deuda interna y externa de los Estados. El déficit comercial de EEUU para 1987 era estimado en 160.000 millones de dólares, y el presupuestario en otros 148.000 millones. El crac de la Bolsa de Nueva York el 19 de octubre de 1987 volatilizó más de un billón de dólares en 24 horas tres veces toda la deuda externa de América Latina.

La crisis económica estimuló a la segunda Administración Reagan (1985-1989) y a la dirección de la URSS a reducir sus gastos militares. Reagan y Gorbachov reunidos en Islandia en 1986 abrieron el camino hacia la destrucción parcial de armas nucleares (acuerdo de Washington, 9 de diciembre de 1987).

Alemania y Japón dominan la economía, con las consiguientes consecuencias políticas y militares. Alemania busca coordinar, si no dirigir desde dentro de la CEE a quienes tenían en Europa oriental importantes mercados financieros antes de 1914 y 1939, como Francia y Bélgica. Y es comprensible que persiga estos propósitos bajo protección militar de EEUU pero disminuyendo su dependencia.

Todo cambiaba. La búsqueda de medios de cooperación entre Washington y Moscú, inéditos desde Truman, hacía insostenible el subeje París-Bonn, al mismo tiempo que aumentaba el margen de libertad de Japón y la RFA hacia China y Europa oriental. La situación presentaba obsoletos los bloques bélicos de la guerra fría -OTAN, Pacto de Varsovia, Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) etc.-, y generaba clima favorable al fortalecimiento de las Naciones Unidas.

Respecto a España y Portugal, la suerte de ambas dependía de que perdurase o no la Coalición bélica entre EEUU, Francia, el Reino Unido y la RFA, pues los sectores que dirigían el posalazarismo y el posfranquismo tenderían a seguir las directrices que aquellas les marquen en la OTAN y la CEE. Para España, que tenía sus centros neurálgicos ocupados desde 1977 por personas o equipos cooptados desde Bonn, sería determinante que Alemania lograse arrastrar tras de sí al resto de la Coalición bélica sin fragmentarla.

La Coalición se reprocesaba. El líder laborista explicaba en las elecciones de mayo-junio de 1987 que los británicos deberían programar su defensa de armamento convencional, y puesto que una guerra nuclear sería el "punto final" agregaba que un gobierno británico nunca debería ordenar su uso ni pedir a otro (EEUU) que lo hiciera en su lugar. Consideraba "inconcebible que la URSS ataque a Europa occidental". El ministro de Defensa británico replicó que una doctrina semejante "conduciría inexorablemente a la ruptura de la OTAN y a la emergencia de una Gran Bretaña neutralista". Cierto, pues entrañaría abandonar conceptos heredados de la estrategia imperial británica, como los que condujeron al propio Labour Party en 1948 a pedir a EEUU que creara la OTAN.

 

Mirando adelante

 

Desaparecida la URSS, supondría una ruptura en la estrategia tradicional británica que Londres (y Washington) no buscara en Francia y Alemania partidarios de mantener dividido el continente europeo. Pues, en la medida que esta división continuara siendo una meta común, tendría bastante entidad para prolongar entre los aliados el acuerdo de compartir sin mayores disputas su intervención sobre España y Portugal. Mientras perduren las luchas por la hegemonía sobre Europa, británicos, franceses, rusos y otros, recelaran de la potencialidad expansionista de cualquier otro, y buscarán coaligarse con quienes compartan su inquietud. Este fue el caso francés, la propuesta de Maurice Schumann (democristiano) en 1951 de crear la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, coincidía con la idea del secretario de estado de Truman de "atraer Alemania a una relación económica con Europa (occidental). Eso la atará y sentará la base que apartará los temores de que Alemania pueda quedar suelta y dispararse con una política independiente o prorrusa". En cuanto a EEUU, mientras no le lleven a modificar sus políticas externas, continuará intentando dominar los continentes, controlar los mares, el espacio atmosférico y el extra atmosférico. Rusia se veía como potencia gozne del continente euroasiático.

Pero todo tendría que evaluarse de nuevo. El 7 de mayo de 1989, The Washigton Post exponía la opinión espontánea del director de la CIA, Richard Helms. Veía llegar el fin del mundo, su mundo: "glasnot y perestroika han tocado la cuerda alemana de la reunificación, esto va a ser absolutamente mortal para la OTAN, y para nosotros y para todos los demás".

Brzezinski, el polaco-norteamericano, proponía agrupar en torno a Francia en alianza con EEUU el Oeste y el Centro de Europa recién desprendido de la esfera soviética, manteniendo aislada a la URSS. Henry Kissinger había propuesto una alianza europea conservadora dentro de la OTAN para perpetuar la división pero concediendo a EEUU el papel tradicional británico.

Ambas propuestas, la de Kissinger y Brzezinski, eran meras adaptaciones de las que desde el siglo XIX han desembocado en sucesivas guerras hegemónicas. En contraste, Robert McNamara, se alejaba de la herencia conceptual británica y francopolaca al sugerir una vía compatible con la unidad europea -y alemana- y su prerrequisito: el fin de la guerra de EEUU con la URSS. Para ello evocaba el legado no experimentado de Roosevelt plasmado en la Carta Atlántica de 1945 que fue truncado en la primavera de 1945: renunciar a la dominación-agresión de un Estado sobre otro (...) en pro de la coordinación a través de las Naciones Unidas".

La reunificación de Alemania encerraba en su lógica superar la OTAN y el Pacto de Varsovia; requería desmontar el doble andamiaje militar; exigía acabar la guerra iniciada en 1945; crear condiciones de seguridad para todos los Estados; replantear Europa sobre bases de cooperación, democracia socioeconómica y política. Era una fascinante tarea. La URSS de Andropov había pospuesto en Berlín el 4 de enero de 1983 la disolución simultánea del Pacto de Varsovia y de la OTAN, sin hallar respuesta. Gorbachov había propuesto en 1984 y 85 retirar de Europa los misiles de alcance intermedio, lo que fue aceptado por EEUU en 1987. El Pacto de Varsovia reiteró a la OTAN su propuesta de disolución simultánea. Una semana después, Bush proponía retirar de la OTAN 30.000 soldados norteamericanos, pero, al mismo tiempo, afirmaba que EEUU era un poder Europeo. Además, faltaba el acuerdo de retornar a todas las tropas asentadas en Alemania desde 1945. Sólo dieron su acuerdo cumplido en 1994, Moscú en 1990 y París en 1992. EEUU y el Reino Unido no dieron su acuerdo, manteniéndose bajo el paraguas de la OTAN.

La paz en Europa exige superar su división pero también la hegemonía de un Estado sobre otro. La realidad contingente ha demostrado que Alemania y Europa ha permanecido divididas en tanto los sistemas socioeconómicos y políticos no evolucionaron hacia sistemas no antagónicos. No obstante, un importante asesor de Kohl declaraba que "la derecha y la izquierda, por razones distintas, están llegando a conclusiones más o menos iguales sobre una Alemania reunificada y neutralizada". Sin embargo, los intereses dominantes en la Europa de la OTAN tienen como proyecto político, económico y militar el del capital internacional, ello pese a que el sistema sostuviese ya en 1987 sobrepasada la cifra de 15 millones de personas sin trabajo en la Europa de la OCDE, "más de 31 millones en el conjunto de países de ésta última, unos 100 en el Mundo, además de casi otros 500 de subempleados y 881 adicionales viviendo por debajo del nivel de miseria". Tal sistema no halla soluciones; peor aún, encierra en su propia lógica el riesgo de nuevas hecatombes. Y es un hecho que los sectores sociales conservadores europeos persisten en su tradicional
objetivo: impedir alternativas democráticas y socializantes dentro y fuera de sus países. Disolver el Pacto de Varsovia sí, pero no la OTAN. Crear una estructura militar europeo-occidental opuesta a Rusia, basada en un eje en torno de Alemania. En otras palabras, el gran condicionante es si -y cuándo-EEUU y Europa (Rusia incluida) estarán dirigidas por una coalición de intereses compatible con la cooperación y la paz; cuándo, en fin, los estrategas de EEUU se desprenderán de conceptos imperiales británicos concebidos y dirigidos a dividir y enfrentar Eurasia consigo misma.

 

Estrategias mundiales e intervención

 

Vivimos una época construida sobre la expansión universal de formas culturales y organizativas creadas desde el siglo XV en torno del capitalismo mercantil e industrial. Las estructuras de dominación interna e internacional fundadas en la empresa -privada o pública- culminan en un mercado planetario integrado. El siglo XVIII conoció la reconfiguración de los centros hegemónicos y el asentamiento de Estados que han perdurado hasta hoy. Kant señalaba que la paz no sería posible mientras algún Estado independiente pudiera ser adquirido por otro mediante herencia, cambio, compra o donación; el derecho internacional debiera fundarse en una federación "constituyendo un Estado de naciones que, aumentando sin cesar, llegue por fin a contener en su seno a todos los pueblos de la tierra". Dos siglos después estos ideales no han perdido vigencia. Sigue presente la intervención de un Estado en los asuntos de jurisdicción interna de otro. Entendiendo por intervención la "identidad de quienes adoptan las decisiones que afectan al conjunto de la sociedad y/o a los procesos a través de los cuales aquellas decisiones son adaptadas". Existe reconocida la No intervención, en derecho internacional, como un principio (ONU, 21 de diciembre de 1965 y 4 de octubre de 1970). La economía que desea dominar sobre la de otras naciones tiende a incrementar el poder de su propio Estado, y a reducir o destruir el de los otros, reduciéndolos al estatus de simple mercado. En la medida en que se debilite la ascendencia de EEUU sobre la CEE, los Estados europeos hasta ese momento subordinados intentarán restablecer su dominación sobre las economías de otros Estados. Así, y no obstante las previsibles resistencias de los perjudicados, la lucha por los mercados seguirá abierta.

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