La lucha por la hegemonía en el continente euroasiático / Conceptos estratégicos británicos hacia Europa y América Latina / La América Latina que no llegó a nacer

Publicado el 23 de abril de 2022, 17:10

La interrelación de las economías europeas, la integración de sus mercados, era ya tan acusada a fines de la Edad Media que el historiador Fernand Braudel remonta hasta 1450 el comienzo del primer ciclo largo en los precios de productos básicos. Las fechas de los siguientes las encuentra en 1650, 1817 y hacia 1974.

El primer ciclo lo inicia la expansión ultramarina de Europa, con la mundialización propia de las expediciones marinas de Portugal, el nacimiento del Estado confederado hispánico y la hegemonía hispánica en el Mediterráneo, Europa, América, África y Asia.

El segundo (1650-1817) viene marcado por la depresión prolongada de 1650-1750 y el combate hegemónico empezado entre los Países Bajos, Austria, Francia e Inglaterra por el reparto de los territorios de la monarquía hispánica. Mientras, Japón, Rusia y EEUU creaban sistemas económicos no subordinados al "mundo" europeo.

En el tercero, después de 1817, Gran Bretaña incorporó en su zona a la mayor parte de la antigua América española, y compartió con Francia la hegemonía sobre España. Tras la emergencia del III Imperio alemán (hacia 1870) y la frustración de la revolución democratizante en España (1864-1874), el control económico y político sobre España fue materia de desacuerdos entre Francia, GB, Alemania e Italia. Hasta que en 1945, todos sin excepción quedaron bajo la influencia de EEUU, ya ejercida desde el siglo XIX sobre América Latina y las islas del pacífico oriental.

El sistema de "equilibrio europeo" después de 1648-1714 (tratados de Westfalia y Utrecht) reposaba en el reparto de pueblos hasta entonces confederados bajo la Corona hispánica. Tras las guerras napoleónicas, uno de los pilares del equilibrio mundial construido en 1814-1821 consistió para Gran Bretaña en sustraer al Continente europeo los recursos de las Repúblicas hispanoamericanas. En 1913 Gran Bretaña ofrecía a Alemania repartirse el Imperio portugués, sin que ello evitara la guerra por la hegemonía. EEUU terminaba creando su imperio ultramarino en 1898 a raíz de la guerra con España por el dominio de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otras islas del Pacífico.

Cuestión central de cada ciclo fue dónde se situaba el centro hegemónico y el de la Potencia rival o alternativa. Si entre 1700 y 1814 intentaba Francia ser la dominante, su rival, Gran Bretaña, se esforzaba por debilitar y desintegrar al estado cliente de Paris, España. Si entre 1814 y 1830 la alianza de Rusia, Prusia y Austria era la hegemónica en el Continente, la rival, Gran Bretaña, opuso en 1823 su veto a que las tropas del Kremlin ingresaran en España para apoyar a los legitimistas que pedían auxilio ruso a Fernando VII. Aunque entre 1830 y 1866 no hubo en Europa un centro militar hegemónico, también el Poder financiero y naval del Reino Unido reguló el nivel y modalidades de la intervención de Francia en España -Londres prefirió financiar una intervención francesa que derrocara al gobierno constitucional español.

 

Conceptos estratégicos británicos

hacia Europa y América Latina

 

La historia diplomática británica es extraordinaria. Ha construido políticas que preservaron su independencia e intereses, hasta convertirlas en principio estratégicos de proyección mundial, vigentes aún hoy en día.

El siglo XVII español y portugués no conoce un fenómeno equivalente a las experiencias revolucionarias que preludian el ulterior cambio socioeconómico del XVIII británico. Lo mismo ocurre con el desarrollo burgués de la Francia de Luis XIV que desembocaría en el jacobinismo revolucionario. Ambas realidades históricas permitieron el intervencionismo de los Estados. El XVII terminó con una España aliada de Inglaterra. En 1670 la diplomacia española se había resignado a dejar de invocar el Tratado de Tordesillas y reconocía a las colonias inglesas instaladas en América del Norte, a cambio de ayuda de Inglaterra en caso de guerra.

El XVIII comenzó marcado por el carácter de unas élites hispanas incapaces de dar por sí mismas una dirección al Estado. Un sector de la nobleza y del alto clero abandonó de pronto su papel en las alianzas continentales y marítimas. Se aceptaron las pretensiones de sentar en el trono de España a un nieto de Luis XIV, enfrentando a Castilla con el resto hispánico partidario de aliarse con los Estados rivales de París (germanos y británicos). Esta rotura política dio lugar al desamparo de la dirección del Estado español. El fortuito acceso en plena guerra (1702-1714) al trono de Austria de Carlos -pretendiente al de España- despertó la prevención británica, hasta el punto de olvidarse Ana de Inglaterra del Tratado de Tordesillas permitiendo a las tropas francesas la toma del último reducto de Carlos, Barcelona. Entronizado Felipe V de Borbón suprimió instituciones y libertades, borró del mapa político la Confederación Aragonesa por Decreto de 1707 y 1716. Francia extendió su influencia en la península (excepto Portugal) y sobre los virreinatos de América y Oceanía. Austria anexionó las provincias españolas en Europa del Norte y el Mediterráneo. Inglaterra anexionó Gibraltar y Menorca, absorbió Portugal en su zona de influencia, abriéndose una entrada en los mercados de la América hispana y atribuyéndose derecho de veto sobre eventuales cambios de soberanía en esta última. Los pueblos iberoamericanos cambiaron de fase histórica.

 

La América Latina que no llegó a nacer

 

El desarrollo de una política económica y diplomática española complementaria de la de Francia, a lo largo del siglo XVIII, estimuló la enemiga del Reino Unido, rival de Francia. Ambas naciones pugnaban por la hegemonía de la América hispana. Francia alertaba a España sobre colonos ingleses de Pennsylvania, Nueva York y Carolina que se proponían ocupar las minas de Nueva España. Sin más, pocos meses después Francia empezó a desplegar tropas en el golfo de México. Así nacía en América la Luisiana en 1702, y Europa, para recontrolar el trono del llamado "Reino de los Dos Mundos", se instalaba en la guerra general durante tres lustros. España terminaría subvencionando la revolución de los colonos contra Londres (1776), sólo porque convenía a Francia. El conde de Aranda, embajador español en París, había recomendado la neutralidad española y el reconocimiento de Estados Unidos a cambio de que garantizaran las fronteras de los territorios limítrofes bajo jurisdicción española -la Luisiana, desde el golfo de México hasta Canadá. El ministerio español prefirió poner a los nacientes EEUU bajo el protectorado de Francia. Aranda, tras cumplir la orden de firmar el tratado de paz con Inglaterra (1783) que reconocía la independencia de EEUU, propuso conceder de inmediato la independencia de los "españoles americanos": "La independencia de las colonias ha sido reconocida por Francia y España, y esto para mí es un motivo de dolor y temores muy fundados, si acaso no acontecen algunos trastornos todavía más funestos en nuestras Américas justificados por lo que ha acontecido en todos los siglos y en todas las naciones que han comenzado a levantarse".

El ministro Floridablanca, le respondió categórico: "Los indios y los que están allá pueden gritar si gustan, que V.E. sepa que nuestros indios están más seguros en estos momentos que nunca". Aranda aconsejaba crear tres reinos independientes vinculados entre sí y apoyados en España, asegurando a la masa continental de cada uno de ellos disponer de costas sobre los Océanos Pacífico y Atlántico. ¿Habría sido distinta la suerte de América de haberse concedido a fines del XVIII la independencia a los virreinatos? Aranda decía en 1783: "El paso primero de esta potencia (que nace), cuando haya llegado a engrandecerse, será apoderarse de las Floridas para dominar el Golfo de México. Después de habernos hecho dificultoso el comercio con la Nueva España, aspirará a la conquista de este vasto imperio". Se anticipaba en dos años a la visión estratégica de Thomas Jefferson en 1786, a la sazón presidente en París y que con el tiempo llegaría a ser el tercer presidente de EEUU: "Esos países no pueden estar en mejores manos. Mi temor es que son demasiado débiles para conservarlos hasta que nuestra población haya avanzado bastante para ganárselos, pieza a pieza".

La independencia de las 13 colonias británicas tuvo lugar en una coyuntura de división político-económica intraeuropea, polarizada entre Inglaterra y Francia. Franceses y sus aliados (españoles y holandeses) ayudaron militar y financieramente a los insurrectos contra el Imperio de Londres. Pero aquellos independentistas optaron por mantenerse como tales, independientes y neutrales respecto a las Potencias europeas.

Por aquél tiempo, Aranda, el estadista español, expuso al gobierno en su Memoria de 23 de febrero de 1793 su idea de mantener la neutralidad en las rivalidades entre Potencias europeas. Y lo hacía dos meses antes de que G. Washington declarara neutral a EEUU en la guerra de coalición de los Tronos contra la Francia revolucionaria: "La neutralidad armada no sólo es conveniente con respecto a la contienda de Europa, sino que nos conviene también para nuestros Estados de América (...) No se piense que nuestra América esté tan inocente como en los siglos pasados (...) tienen libros que los instruyen de las nuevas máximas de la libertad, y no faltarán propagandistas que irán a persuadirles si llega el caso".

El reemplazo de Aranda al frente del Gobierno supuso el abandono de la política de neutralidad. Manuel Godoy se sumó en noviembre de 1792 a la Coalición de los Tronos en guerra contra la Francia revolucionaria. El eco llegó desde París a Washington, atrajo el interés del Secretario de Estado, Jefferson: "Nos han dicho (...) que Francia entiende enviar una importante fuerza al comienzo de la primavera para ofrecer la independencia a las colonias hisponamericanas". El 23 de junio de 1793, Jefferson escribía a J. Madison sobre la posible inminencia de una declaración de guerra de EEUU a España.

Tres años duró la guerra de la Coalición de los Tronos, que se saldó para España con el Tratado de Basilea de 22 de julio de 1795: París anexionaba el resto de la isla de Santo Domingo. Pero, acto seguido, Godoy establecía la alianza con Francia (tratados de San Ildefonso, 1796 y 1800), de consecuencias catastróficas para los pueblos de España y de América Latina. Godoy cedió en secreto la Luisiana a París. El enrolamiento de España culminaría con el aniquilamiento de la flota en Cabo de San Vicente (1797) y Trafalgar (1805). Con el tratado de Fontainebleau (1807), Godoy cedió a Francia el norte de Portugal, hecho que derivó en ocupación francesa de la península, y el levantamiento de los pueblos de España y América Latina contra José Bonaparte, con el hundimiento de las estructuras del Estado, guerras civiles en ambos hemisferios, instauración de un francés al frente de España y las Indias, con la réplica feroz de la Royal Navy cerrando el Mediterráneo y el Atlántico para cortar el paso de España hacía América.

John Adams, segundo presidente de EEUU, recomendaba una estrategia comparable a la de Aranda -frustrada-para evitar la intervención: "Nada puede preservarnos si no es nuestra inflexible neutralidad. Las negociaciones públicas y las intrigas secretas de los ingleses y franceses han sido usadas durante siglos en cada corte y país de Europa (...) Si los convencemos de que nuestra vinculación a la neutralidad es inmodificable, nos dejarán tranquilos; pero en tanto exista la esperanza, en cualquier potencia de seducirnos para que entremos en la guerra de su lado, seremos despedazados y convulsionados por sus maniobras". Adams, desestimó así ingresar en la Coalición bélica de Gran Bretaña contra Francia y recabar, a cambio, apoyo inglés a la invasión y anexión de los territorios hispanoamericanos por EEUU.

La coalición-subordinación de 1700, renovada en 1808 permitió a los franceses mediatizar a los altos cargos del Estado español que rivalizaban en servilismo, al punto de que ni franceses ni españoles llegaron a prever que los pueblos hispánicos se rebelarían contra el vasallaje. Desmoronadas por segunda vez en un siglo las estructuras del Estado hispánico, su parte europea se sumergió en la cruel y destructiva guerra de 1808-1812, la americana en las guerras civiles que -dos décadas después- culminaría en una independencia cuarteada, matriz de sucesivas guerras intestinas.

La alianza española con la Potencia hegemónica culminó en dos derrumbes del Estado y subsiguiente guerra civil.. Las instituciones estatales se hundieron en Europa y en América Latina. Mientras París proyectaba en 1810 anexionarse Aragón y Cataluña, EEUU esperaba recibir de Francia "las Floridas y quizás Cuba, para prevenir nuestra ayuda a México y demás provincias". EEUU ya había alcanzado el golfo de México con la compra a París de la Luisiana, doblando así su territorio. Francia había incumplido su contrato vendiéndola sin autorización española. Carlos IV había renunciado a reclamar ante Francia los derechos sobre el este del Mississippi. El hundimiento del Estado español en 1808 no permitió generar un poder autónomo del de las Potencias, ni en su parte europea ni en la americana de los criollos - menos aún de los indígenas. El 18 de mayo de 1809 España pedía a Londres la interposición de su Royal Navy para disuadir a EEUU de aprovecharse para anexionarse "toda la América española" -del golfo de México al estrecho de Magallanes. Los territorios españoles pasaron a depender de las rivalidades entre las Potencias europeas y EEUU. La Península Ibérica quedó, definitivamente, en dependencia de la rivalidad entre Londres y París. Roberto Castlereagh, ministro inglés de Exteriores, presionó a Madrid para que cediera la Florida a EEUU, a cambio de la no anexión de Cuba y Tejas. En 1819, Fernando VII aceptó la anexión. Tres años después EEUU esgrimía el peligro revolucionario de la isla para justificar la necesidad de anexionársela. Londres se veía apremiado a anexionar Cuba antes de que lo hiciera EEUU o Francia.

En el Congreso de la Alianza Europea en Viena (1814.1815), los británicos velaron por el no predominio de nadie en el Continente europeo y el respeto a las fronteras establecidas. Austria necesitaba que se respetasen los Tronos y las dinastías, permitiendo el derecho a intervenir en los Estados para garantizar el "orden social". Alejandro I compartía esta preocupación. No obstante, cuando en 1815 el Zar propuso garantizar a Luis XVIII de Borbón el trono de París, Castlereagh se opuso: "representaría una interferencia demasiado grande e indisimulada de los Soberanos Aliados en los asuntos internos de Francia". Lo decía habiendo vetado a la familia Bonaparte gobernar de nuevo en Francia. De este modo se pretendía reintegrar a Francia en la alianza del Trono y del Altar.

En 1816, mientras el republicano José Miguel Carrera hipotecaba su patrimonio dirigiéndose a EEUU para armar a los independentistas, el argentino Juan Martín Pueyrredón, prestando oídos a agentes franceses enviaba a París a Valentín Gómez aceptando el interés de entronizar en Argentina a un miembro de la familia Borbón. EEUU se consideró perjudicado por "los anhelos de Buenos Aires de un príncipe europeo". En 1820 ........., oídos al derrocamiento de Pueyrredón.

Si en 1808 los pueblos hispánicos fueron los primeros en levantarse contra el "sistema europeo" de Napoleón, el levantamiento liberal que nutrió la Constitución de Cádiz de 1812 (símbolo de la resistencia a la Alianza Europea) repercutiría también en 1820 en Europa, Portugal, Nápoles, Piamonte. En enero, el ejército expedicionario de América se negó a embarcar y, en Cabezas de San Juan (Cádiz), se pronunció por el restablecimiento de la Constitución. El 29 de febrero, la Gaceta Patriótica del Ejército Nacional, publicada en Madrid por Antonio Galiano y Evaristo San Miguel, a la pregunta “¡Qué debería hacer un Gobierno que ahora se estableciera en España”, contestaba: "enviar agentes a las Américas para tratar de que la independencia (...) quedase asegurada de un modo pacífico, y que se celebrasen tratados de amistad y comercio tan íntimos como deben reinar entre los pueblos con quienes son más comunes el origen, las costumbres, la religión y el idioma". Paralelamente y en el mismo sentido, el general en jefe del Ejército expedicionario de Costa Firme se adelantaba a firmar un armisticio con "su excelencia el presidente de Colombia, Simón Bolívar, como jefe de la República".

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