El comienzo de la fortuna personal del rey / Los gastos de La Zarzuela

Publicado el 20 de abril de 2022, 22:37

Oficialmente, Juan Carlos llegó a España literalmente con lo que llevaba puesto. Para viajar a Atenas a visitar a su novia tenía que pedir dinero a su padre, que a su vez vivía de lo que le daban los amigos nobles leales a la monarquía. Estos mismos nobles tuvieron que sufragar el viaje de novios. Se cuenta, como si hubiese sido una gran tragedia, que cuando hicieron escala en Tailandia, la entonces princesa Sofia se enamoró de un zafiro que vio en un escaparate de Bangkok, y que Juan Carlos estaba avergonzado porque no se lo podía regalar. Por este y otros detalles, nadie se rasgó las vestiduras cuando se descubrieron los primeros movimientos del príncipe para empezar a consolidar un pequeño patrimonio propio. Su ambición, como la de cualquier españolito medio, era ser económicamente independiente. Desde 1962, es decir, desde que se casó con Sofía, el banquero Luis Valls Taberner empezó a administrar una "subscripción popular" que aportaría liquidez económica a los recién casados, en la cual colaboraban, además de otros banqueros, muchos nobles y empresarios del franquismo. Valls Taberner fue un juanista fiel hasta que se dio cuenta que el futuro era Juan Carlos, y se pasó al bando de éste. Entonces intentó convencer también a los otros para que hicieran lo mismo. En concreto, según explican algunas fuentes, Calvo Serer se resistió bastante, no ya en cuestiones de apoyo económico, sino político, a través del diario Madrid que dirigía. Y, al parecer, aquella desavenencia tuvo bastante que ver con el cierre del diario, en 1973,
una decisión que Valls, con gran influencia en el Régimen, ayudó muy activamente a tomar.

Durante aquellos años comenzaba a despuntar en la vida económica del Estado español un Ruiz Mateos todavía en potencia, que improvisaba como mejor sabía lo que tenía que hacer para estar cerca del poder. Su padre había sido alcalde de Jerez en la época de Franco, pero él no sabía demasiado de política. Era perito mercantil, y lo único que sabía hacer bien era ganar dinero. Se le ocurrió ir a hablar con Luis Valls Taberner y Gregorio López Bravo para que le asesoraran. Comentó con ellos que ya hacía tiempo que iba a ver Don Juan a Estoril, como primera medida. Pero Valls y López Bravo le dijeron que estaba perdiendo el tiempo y el dinero. "Tú lo que tienes que ser es amigo de Juan Carlos". Y Ruiz Mateos tomó nota y entró en contacto con La Zarzuela inmediatamente. La relación empezó cuando Juan Carlos todavía era príncipe y continuó después, cuando ya era rey. Ruiz Mateos ha contado --varias veces y a más de uno-- que, al estilo de como se hacían las cosas en aquella época, le llevaba a Juan Carlos grandes cantidades de dinero en maletas de Loewe, directamente al palacio, donde los guardias de seguridad no se esforzaban demasiado en revisar lo que pasaba o dejaba de pasar por el control de la entrada. Ponía la maleta sobre la mesa del despacho de Juan Carlos, éste la arrojaba a un rincón y caía exactamente siempre en el mismo sitio. "¡Cuánto ha tenido que practicar!", decía Ruiz Mateos. No había ninguna cantidad estipulada ni nada semejante, y Juan Carlos tampoco le pedía nada, como cualquiera puede suponer. Sencillamente, le telefoneaba y se lamentaba como quien no quiere la cosa de las dificultades económicas que estaba pasando: "¡Es que no tengo ni para pagarle al servicio!" O bien: "Esto no puede ser, Constantino me cuesta mucho dinero… son unos inútiles, no ganan dinero... No puedo más". Y Ruiz Mateos rápidamente le tranquilizaba: "No se preocupe usted de nada, Alteza. Usted dedíquese a los problemas de España, que para lo demás ya estamos nosotros, estoy yo". A veces, Juan Carlos también recurría al empresario del Opus para que "diera un golpe de mano" a alguna amiga. Una vez le llamó por teléfono para decirle que le iría a ver una "señora" de parte suya: "Se trata de una persona que se dedica a la beneficencia, que no tiene sede..." Y Ruiz Mateos, aunque la señora en cuestión no tenía el aspecto de pertenecer al club de la madre Teresa de Calcuta, pues le compraba un piso. Alguna vez, el empresario de Jerez también había hecho transferencias importantes desde Nueva York. De estas operaciones sí que conserva los papeles. Y aquello sí que preocupó a la Casa Real cuando, tras la expropiación de Rumasa, Ruiz Mateos, prófugo de la justicia, que había huido a Londres, los quiso utilizar como presión para que el monarca no le dejara tirado. La intervención del Banco de España supuso un cacharrazo que no se acababa de creer. Pero el monarca, en plena euforia socialista, no le hizo caso. Ruiz Mateos acusó entonces al rey de haber recibido 1.000 millones de pesetas, con lo cual José María había pensado que tendría las espaldas bien cubiertas ante cualquier acción del Gobierno. Se entrevistó con el entonces secretario general de UGT de la Banca, Justo Fenández, y le pasó toda la documentación respecto a este hecho. Pero cuando Justo Fernández volaba en avión hacia Madrid, ya estaban esperándole en el aeropuerto personas nunca identificadas para explicarle cómo estaban las cosas. Y algo bastante fuerte debieron decirle, porque se olvidó del asunto para siempre. Ruiz Mateos todavía siguió insistiendo por su cuenta durante un tiempo y el fiscal general del Estado acabó acusándole de un delito de injurias al jefe del Estado. Pronto comprendieron, sin embargo, que aquello sería un callejón sin salida. Este juicio se habría podido convertir en un auténtico circo y Ruiz Mateos se escapó no se sabe muy bien cómo. El Estado prefirió olvidar el tema y archivó la causa basándose en tecnicismos.

Otro empresario muy relacionado con el monarca desde los tiempos de éste como sucesor de Franco fue Camilo Mira, el introductor de la cultura de la hamburguesa en España como pionero de la instalación de los restaurantes McDonald's. El granadino Camilo Mira había conocido a Armada a través del general Juan Castañón de Mena, ministro del Ejército con Franco. Además de presidente de La Unión y el Fénix, Camilo Mira entonces era socio, en una empresa immobiliaria, de Florentino Martínez, cuya hija, Maita, estaba casada con Juan Castañón hijo. En 1969, aprovechando las conexiones en La Zarzuela, consiguió que el príncipe acudiera a inaugurar el selecto Club Las Lomas, una urbanización de lujo. El difícilmente explicable apoyo del príncipe garantizó el éxito de la promoción de la urbanización. Además de don Juan Carlos, asistieron los ministros más influyentes en aquel momento, como por ejemplo López Rodó y Silva Muñoz. Mira se convirtió en un visitante asiduo de La Zarzuela a partir de entonces y congenió especialmente bien con Armada, que lo intentó meter en el equipo de la Casa varias veces, sin conseguirlo. Se dedicó de lleno a los negocios, pero siguiendo todos los avatares políticos de cerca.

 

Los gastos de La Zarzuela

 

En La Zarzuela tienen 25 perros y alrededor de una docena de gatos, atendidos por un cuidador especializado e instalados en modernas perreras con todos los adelantos. Esto no es excesivo, teniendo en cuenta que una vez, hace algunos años, además tuvieron un guepardo. Cuando los reyes estaban de viaje particular en Etiopía, el que entonces era secretario de la Casa, Alfonso Armada, recibió un télex que le anunciaba: "Vamos con un guepardo, prepara alojamiento". No era una broma y Armada tuvo que telefonear al zoológico de Madrid para pedir ayuda a la hora de recibirlo. Se informó bien sobre la clase de comida que necesitaba y, en fin, todo lo que interesaba saber para cuidar bien al animal más veloz de la fauna terrestre. El guepardo vivió en palacio varios años, paseándose por los salones y los pasillos como si nada, hasta que murió de viejo. No fue antes de que Sabino Fernández Campo sustituyese a Armada en el cargo de secretario. El primer día que fue a trabajar a La Zarzuela, no le habían avisado y el guepardo le dio un susto de muerte cuando entró a su despacho con toda naturalidad. Lo que más le preocupó no era que pudiera atacarlo, sino que pudiera estar teniendo alucinaciones.

Quienes han mantenido, durante los 13 años como príncipes y 25 años como reyes, el lujo africano de Juan Carlos y Sofia en La Zarzuela han sido los impuestos de los contribuyentes de a pie, a través de una partida especial de los Presupuestos Generales del Estado. Esta partida para los gastos de la Casa del Rey no está sometida por ley al control del Tribunal de Cuentas. La Constitución de 1978 permite al monarca disponer de estos dineros sin tener que explicar en qué se los gasta, ya sea en guepardos, o en motocicletas, o en lo que le dé la gana. El primer año que se fijó una cantidad (antes el rey cobraba el sueldo de capitán general, y los gastos los llevaban desde el ministerio correspondiente), en 1980, el Gobierno le asignó 200 millones de pesetas. El incremento anual se suponía que tenía que ser el del índice de precios al consumo (IPC), pero no se sabe muy bien cómo, a lo largo de los años, el presupuesto ha ido aumentando hasta los 1.122 millones en el año 2000. Por otro lado, hay un acuerdo con la Organización Nacional de Loterías según el cual el rey juega en todos los sorteos al número 00000, pero todavía no le ha tocado nunca, sólo unos cuántos reintegros. Del presupuesto oficial de la Casa del Rey salen los sueldos del rey, de la reina, del príncipe y de las infantas, el mantenimiento de la Casa, los coches, los ágapes, los regalos, toda clase de material y el pago de los empleados. Juan Carlos dispone de dos ayudantes de cámara para vestirlo por las mañanas, y la reina de dos doncellas. En total, incluyendo a los guardias, chóferes y hasta el cuidador de los perros, en La Zarzuela trabajan unas 160 personas. Pero la mayor parte es personal funcionario, cuyos sueldos están a cargo del Ministerio de Administraciones Públicas. Los gastos de los viajes, recepciones y actos oficiales también se pagan aparte, al margen del presupuesto de la Casa. Otras pequeñeces, como el mantenimiento del yate Fortuna o del Palacio Real, son anticipados por el Patrimonio Nacional, organismo autónomo que depende del Ministerio de la Presidencia del Gobierno.

A partir del momento en que se estableció un presupuesto anual para la Casa tras la Constitución, también se pensó en la necesidad de que el rey hiciera la declaración de la renta para que fuese un ciudadano más. Se consultó con el Ministerio de Hacienda para que aconsejara lo que se tenía que hacer, y entendieron que lo mejor era que el rey se asignara a sí mismo una cantidad como sueldo, que serían sus ingresos para calcular los impuestos que tenía que pagar. El sueldo del rey, que no se suele hacer público, se rige por un convenio especial entre la Casa y el Ministerio de Hacienda y se materializa en una nómina en la que figuran los ingresos correspondientes, los rendimientos del patrimonio personal y las retenciones del IRPF. Lo que no se acostumbra a contabilizar son los regalos que recibe, a veces multimillonarios… en todo caso totalmente fuera de control. Algunos de ellos especialmente significativos, como el último yate Fortuna, obsequio de un grupo de empresarios de Mallorca y cuyo precio estimado es de aproximadamente 14.000 millones de pesetas, se han puesto legalmente a nombre del Patrimonio Nacional, a fin de que este organismo se haga cargo de los gastos de mantenimiento.

La Zarzuela, que en su origen era un pequeño chalé para las cacerías de los últimos Borbones escogido por Franco como residencia de los príncipes porque estaba muy cerca del Pardo, ha sido rehabilitada varias veces desde que la ocuparon por primera vez en 1962. La primera rehabilitación, poco después de que Juan Carlos fuera proclamado rey, fue una pequeña ampliación; y la segunda, más ambiciosa, se llevó a cabo entre 1987 y 1988. Aprovechando el desnivel en que está ubicado el palacio, se construyeron 128 nuevas plantas para despachos, salones de reuniones, oficinas, archivos, salas de visitas y un salón de audiencias... La nueva superficie construida ocupa 2.660 metros cuadrados en la planta principal y 1.540 en el semisótanao. En total, 4.200 metros. La parte antigua y la moderna se comunican a través de dos largos túneles que van por debajo del jardín y la piscina de la familia real. La construcción es noble, de granito y mármol principalmente. Los muebles y la decoración son una combinación entre clásica y funcional, con piezas procedentes del Patrimonio. En aquella última remodelación también se construyó un refugio antinuclear y se instaló un moderno sistema informático y de comunicaciones, que dispone incluso de un pequeño estudio de televisión desde el cual el rey se puede dirigir al país cuando quiera. Irene, la hermana de la reina, tiene su propio apartamento en La Zarzuela. Y es que los reyes, aparte de hacerse cargo de los gastos de su propia familia, también se ocupan de los de la familia real griega, puesto que, al parecer, no tienen con qué ganarse la vida. Irene, en concreto, se dedica a hacer buenas obras, a través de una ONG suya que se dedica a repoblar la India de vacas lecheras, y que tiene un despacho en la calle Barquillo cedido por el Banco Central Hispano. El ex-rey Constantino vive en el exilio en Londres desde hace unos treinta años, al parecer también con el apoyo de Juan Carlos. Su hijo Pablo fue a estudiar a los Estados Unidos con el príncipe Felipe a comienzos de los noventa en una universidad prestigiosa y carísima, pero rentabilizó los gastos al emparejarse allí con la rica heredera americana Marie Chantal Miller (hija del fundador y propietario de la cadena de tiendas libres de impuestos de los aeropuertos, las duty free, más importante del mundo), con la cual se casó poco después. El rey Juan Carlos también se ocupó, hasta que murieron, de su padre y su madre. Y, cuando fue necesario, de sus hermanas Margarita y Pilar. Esta última, la hermana mayor del rey, cuando se murió su marido, Luis Gómez-Acebo, tuvo que hacerse cargo de una deuda que éste había dejado como herencia. Para solucionarlo de una manera discreta, el rey avisó a Mario Conde, y a Conde se le ocurrió que, como perdonarle la deuda sin más quedaría bastante mal y la opción de pagar se descartaba, lo mejor era darle un cargo en la Fundación , para que fuera abonando lo que debía con su pequeño sueldo. Y a Pilar se le dio un despacho, sin ningún trabajo que hacer, claro está.

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