Paren los rescates
Todo el mundo está indignado con los rescates bancarios y con razón. Se han destinado miles de millones a salvar bancos que no valen nada. En este país no ha quebrado ni una sola entidad financiera mientras que en Estados Unidos, por ejemplo, y en el momento de escribir estas líneas, ya han cerrado 470 desde 2008 según la Federal Deposit Insurance Corporation [122] . La idea que quiebren los bancos es tan básica que hasta desde la misma patronal bancaria lo han pedido. Su presidente, Miguel Martín, afirmó que: «ningún banco debe librarse de su quiebra". Incluso criticó las ayudas del Gobierno: "no se puede ayudar en términos de capital sin generar problemas de competencia». El principio es muy básico, si ayudan a los bancos mal gestionados, en realidad se está castigando a los que han tenido una buena gestión. Un banco ha de poder cerrar como cualquier otra empresa. Simplemente pagando lo que le queda y asumiendo las pérdidas.
No hay solución ni recetas mágicas a las pérdidas bancarias porque ya se han producido, esto es, no vamos a evitar ningún alivio con los rescates porque el daño ya está hecho. Distribuir las pérdidas de un sector entre la sociedad no hará que por arte de magia se creen beneficios de la nada, ni puestos de trabajo, ni la economía mejore. Llevamos desde 2007 en crisis y la protección a la banca no nos ha ayudado en nada, excepto en disparar la deuda nacional.
El Gobierno pervirtió el sistema financiero
Antes que el Gobierno se apropiase del dinero con el monopolio de su emisión y por extensión del sistema financiero, los bancos no eran el centro del mundo, ni del crédito. ¿Sabe cómo se financiaba mucha gente en antaño? Mediante las casas de empeño. Era una forma sana de conseguir dinero líquido. Usted llevaba algo real y le daban parte de ese importe en dinero líquido para gastar, invertir o lo que fuera. Eso no creaba burbujas, ni inflación, ni hacía cautiva a toda la economía nacional hacia un solo sector. La gente intercambiaba cosas de valor por dinero en efectivo; la economía monetaria estaba perfectamente equilibrada. En ese momento no se creía que la mera emisión a raudales de dinero podía crear riqueza por sí misma. Incluso la función social de la banca era totalmente sana. No usaban el exceso de dinero que generaba el Gobierno en irresponsables inversiones de todo tipo, sino que simplemente se lo prestaban al inversor o consumidor a cambio de una comisión e interés. Esto es un sistema sano y equilibrado que no genera desórdenes monetarios y por lo tanto limita las burbujas y crisis crónicas que no hemos parado de tener desde la nacionalización del dinero.
Cuando el Gobierno empezó a crecer vio en la banca una oportunidad brillante de financiación. Desde entonces los bancos son enormes instituciones corporativas que los gobiernos han usado en su beneficio. Antes, un banco no era más que otro negocio corriente. En España, a partir del siglo XIX empezaron a surgir los grandes bancos que ahora tenemos. No nacieron como multinacionales, sino como pequeñas empresas fiadoras de dinero muy relacionadas con el comercio exterior.
En esa época no había tantas regulaciones ni el Gobierno estaba tan obsesionado como ahora por sacar dinero de donde fuera. Por ejemplo, el Banco de Santander se fundó en 1857 y contaba inicialmente con 13 personas en su plantilla. En aquel momento los comerciantes de Castilla tenían que embarcar en Santander sus cereales rumbo a las Américas a cambio de diversos productos que sólo tenía ese continente. Hoy día sería imposible que unos pequeños empresarios montaran un sistema de financiación semejante. Es más, les pedirían millones para tener una ficha bancaria, montones de licencias y requisitos legales, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), el Gobierno y lobbies, en defensa de sus intereses, atacarían cualquier iniciativa descalificándola de chiringuito financiero con ramificaciones internacionales… La regulación masiva del mundo financiero, la nacionalización de la moneda (abandono del Patrón Oro) y la canalización de las operaciones del Gobierno a través de la banca establecida, han creado cárteles financieros que impiden la competencia y que unos pocos se reparten el mercado. El sector bancario entero está secuestrado por el Gobierno.
Los bancos centrales aumentan el riesgo
Sin duda alguna la existencia de los bancos centrales solo garantizan al sistema económico y financiero un aumento de riesgos y un estancamiento en la dinámica financiera que repercute sobre el ciudadano de a pie y sobre la economía en general. George Benston identificó algunos de estos riesgos [123] :
1. Las regulaciones de los bancos centrales limitan una variada y libre cartera reduciendo la flexibilidad de la banca ante situaciones adversas siendo, muchas veces, incapaces de maniobrar ante shocks no previstos.
2. Los bancos centrales, forzando impuestos implícitos reducen los beneficios bancarios, y por tanto, reducen las plusvalías o dividendos para los accionistas así como provocan un encarecimiento de los productos y servicios destinados al consumidor final.
3. La creciente regulación crea un evidente riesgo moral (moral hazard) anteponiendo los beneficios del banco central al del sector bancario y al del usuario final. Además, el riesgo moral es también discrecional ya que muchas veces parece que las directivas o leyes del banco central no tienen la misma fuerza para bancos pequeños o grandes, teniendo estos últimos más libertades que los primeros en la aplicación de tales leyes.
La experiencia nos enseña que un banco central muy lejos de estabilizar la economía sólo genera distorsiones, altos costes y pérdida de libertad y calidad debilitando la innovación financiera y las enormes posibilidades de la banca y del mercado.
Pero no solo suponen un riesgo, sino que también son un fuerte gasto para el ciudadano. Los desproporcionados costes de los bancos centrales sólo drenan dinero de la economía privada no aportando ningún beneficio directo ni indirecto a ésta, como proyectos, estudios, burocracia… De hecho, el BCE se gasta cada año más de 440 millones de euros en gastos administrativos (sin contar el coste del nuevo edificio que ahora veremos) [124] . Eso supone una capitalización por empleado de casi 170.000 euros al año.
En 2012, un año de crisis donde los propios banqueros centrales exigieron a los países austeridad, bajar sueldos y subir impuestos, el banco central gastó 1.200 millones de euros en su nuevo edificio. El coste del proyecto se ha disparado un 50 por ciento respecto lo inicialmente acordado por el «incremento de los precios de los materiales de construcción» según Jörg Asmussen, miembro del consejo de gobierno del euro banco y del comité, encargado de la construcción del edificio. La nueva sede tendrá dos torres de 185 y 165 metros de altura. Si superpusiéramos ambas una encima de la otra sería tan alto como el i (!). Tendrá una superficie de 184.000 m 2 (equivalente a 18,4 campos de futbol), 18 ascensores, 43 plantas y dará cabida a más de 2.600 personas entre personal interno y externo. Y es que los medios políticos son irresponsables en todo. Una empresa privada habría dejado el proyecto para otros momentos o lo habría abortado para siempre. El BCE lo continúa y la finalización del edificio se prevé para 2014. Muy posiblemente, el coste se siga disparando.
Los billetes no son riqueza
En 2010, el inversor Jeremy Grantham hizo unas declaraciones a la cadena CNBC [125] donde afirmaba que:
«La Reserva Federal se ha pasado la mayor parte de los últimos 15 ó 20 años manipulando los mercados».
En su opinión, la Reserva Federal «sabe muy bien que lo que hace no tiene un efecto directo en la economía». Para el famoso inversor, la función de Bernanke y la de sus antecesores sólo habrían servido para aumentar artificialmente el i (!) del ciudadano. Los mercados suben y la gente se siente rica, pero no es más que una ilusión. Grantham está definiendo una burbuja, y como bien afirma, ésta es el peor mal del ahorrador, el mercado y la economía.
Una de las razones por las cuales aún hay gente que confía en la manipulación de la moneda como solución a las crisis es porque no entienden la definición de dinero en su término más económico. La moneda por sí misma no puede generar riqueza. Si una nación es pobre, por más billetes que cree su Gobierno no hará ricos a sus ciudadanos, al revés, perderían poder adquisitivo día a día. Toni Mascaró lo plasmó perfectamente en un brillante ensayo:
«El dinero sólo tiene valor cuando la riqueza ya existe. Su razón es precisamente la de representar riqueza que ya ha sido producida o se está produciendo pero que todavía no se ha consumido, es decir, bienes y servicios que podemos intercambiar por otros» [126] .
Generar dinero de la nada solo nos llevará a una ilusión de bienestar perecedera que acabará ajustándose violentamente en cuanto la demanda se contraiga debido a los altos precios, creando la caída en cascada de todos aquellos escenarios productivos que no se ajustaban a la realidad. En la última crisis lo hemos visto con el ladrillo y gran parte de los mercados financieros.
Imagínese que usted tiene 10.000 euros y el Gobierno, de golpe, le da a la máquina de imprimir dinero. Su sueldo subirá, la bolsa subirá, sus inversiones inmobiliarias también. En poco tiempo pasará de tener 10.000 a 20.000 euros, pero ¿qué ha hecho usted para aumentar su riqueza? Nada. Ni siquiera eligió sus inversiones mediante un estudio racional o empírico. Sus inversiones han aumentado porque todos los precios lo han hecho.
Toda esta sensación de riqueza es un espejismo que desaparecerá. Este aumento de dinero se la ha otorgado el Gobierno lanzando billetes al mercado. Las consecuencias de tal acto los verá rápidamente: el precio de los alimentos aumentará, también el de los coches, los juguetes y libros de sus hijos, el alquiler de su parking, el del gimnasio… Llegará un momento donde todo será increíblemente caro debido a esta inflación; hasta tal punto que tendrá que recortar gastos. En ese momento la demanda se contrae por los altos precios y vendrá una crisis cuya única función es dejarlo todo como estaba antes.
Ahora imagine lo mismo a nivel global. Todos los bancos centrales de todo el mundo se dedican a hacer lo mismo. Esto provoca que suban las materias primas, el precio de todos los consumibles, los activos financieros mobiliarios, inmobiliarios… Países enteros caerán en hambrunas por el aumento de las materias primas y lo único que exporten los países, especialmente los más grandes, solo será inflación y luego la recesión y la crisis se globalizarán.
El dinero solo es propiedad de quien se lo gana o posee legítimamente, no del Gobierno ni de ningún banco central. Nadie tiene autoridad para depreciar el valor de nuestro capital productivo. El dinero es la plasmación física del trabajo de cada persona. Si el ciudadano tiene prohibido emitir billetes de la nada, también ha de estar prohibido para los órganos del Gobierno y los bancos centrales. La manipulación del dinero desde un sóviet central es economía planificada, colectivismo y falsificación. Los bancos centrales no solo son los mayores especuladores de la Tierra, también los mayores falsificadores del mundo. Cuanto más papel emiten los dictadores de la producción, más valor restan a nuestro trabajo mediante la creación de inflación.
[122] Failed Bank List de la FDIC. Lista oficial. Existen también diversas listas no oficiales que elevan el número de bancos quebrados.
[123] Universal Bank. George J. Benston. Journal of Economics Perspectives. Volumen 8, Número 3. 1984.
[124] Ver las Cuentas Anuales del BCE – Informe De Gestión Del Ejercicio 2011.
[125] Jeremy Grantham es un inversor británico, co-fundador y Director de estrategia de inversión de Grantham Mayo Van Otterloo (GMO). La entrevista la realizó Maria Bartiromo para la CNBC en noviembre de 2010. La puede ver en inglés en http://goo.gl/gCzHN.
[126] ¿Qué es el patrón oro? Toni Mascaró. Ensayo publicado en Liberalismo.com. Pueden leerlo en esta dirección: http://goo.gl/zx97z
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