En la antigüedad, la península Ibérica estaba habitada por un abigarrado mosaico de tribus que constituían unas cien comunidades autónomas, unas más desarrolladas que otras y tan mal avenidas que las guerras entre vecinos eran el pan de cada día. Los recios nombres de aquellos pueblos indómitos y guerreros resuenan en los folletos turísticos y libros de viajes escritos por Estrabón, Avieno, Mela, Plinio el Viejo y Ptolomeo: lusones, titos, belos, carpetanos, vacceos, vetones, turmódigos, berones, autrigones, caristios, várdulos, cántabros, astures, galaicos, lusitanos, turdetanos, bastetanos, oretanos, mastienos, libiofénices, deitanos, contestanos, edetanos, ilergetes, suesetanos, ausoceretas, bagistanos...
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