El reencuentro (191-199)
Dos vidas fusionadas en un abrazo. Un cuarto de siglo no es nada, aunque añada cinco años al tango. Lo dijisteis muchas veces: lo importante es seguir vivos para luchar más tarde. Y ahí estáis, cumpliendo la promesa de antaño.Se aparta, manteniendo sus manos en tus hombros. Sus ojos están húmedos, al igual que los tuyos, que también contienen la maldita agua salada.—Deja que te vea —dirige una mirada rápida, de los zapatos a tu sombrero—. Pareces un dandi, cabrón.—Y tú, un hosco labriego cántabro—esa era vuestra broma eterna, ya que me contabas que aquellos hombres de la montaña cántabra no habían prestado suficiente apoyo al Maquis, al contrario que los campesinos andaluces. Y que eran muy difíciles de tratar, cerrados herméticamente a todo lo que no fuera su pequeño terruño, que caminaban detrás de sus vacas sin otro aliciente que su propia ignorancia. Gentes poco dispuestas a arriesgarse por nada que pusiera en peligro sus cuadras elevadas en medio de lagos de hierba. Qué difícil lo tenían en sus cerros los guerrilleros cántabros para encontrar ayuda.—Pasa, pasa, no te quedes en lapuerta —de repente, ve el taxi—.¿Viniste en taxi?—Sí.—Pues despídelo. Tenemos mucho de que hablar.Era verdad, tenéis que hacer un repaso a veintiséis años. Después de pagar al taxista, te introduce en su casa. Mejor dicho, la antigua vivienda de sus padres.—¿Cuándo regresaste? —le preguntas.—Volví en el 62. Once años en Francia fueron suficientes para mí. Los franchutes son difíciles de tratar, no me encontraba bien por allí. Y, en el 62, regresé. Ya sabes: el puto apego a esta tierra. Nada más llegar, ya estaba enfrascado en las huelgas de la minería de ese año. Me detuvieron. Y me encerraron por treinta años, sólo llegué a cumplir diez. Desde entonces me tienen en libertad vigilada. Pero, bueno, eso toca a su fin, dentro de poco tendremos una constitución y todo aquello espero que quede en un mal sueño.—¿Y qué sabes de los otros?—Están todos por aquí. Se van a alegrar mucho de verte. Pero pasa, que te quiero enseñar en lo que empleo mi tiempo.
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